Aeris Montserrat Escalante Pérez
El 28 de junio de 1919 se creó la Sociedad de Naciones.
Fue uno de los frutos del Tratado de Versalles, que buscó
reorganizar Europa tras la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918).
Este órgano supranacional, que comenzó con 26 miembros y
luego se extendió a 63, pretendía regular las relaciones internacionales y
arbitrar los conflictos para garantizar la paz. Sin embargo, fracasó
estrepitosamente y sólo 20 años después el mundo estaba frente a una nueva
conflagración, que multiplicó los niveles de muerte y destrucción de la
anterior.
De esa derrota nació la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 24 de octubre de 1945, un mes después de concluida
la Segunda Guerra
Mundial.
"Se creó como un acuerdo de los países aliados con la
finalidad de mantener la paz y la seguridad de los estados miembros,
inicialmente 51. Sin embargo, a pesar de ser el principal órgano internacional,
por la representación actual de 193 estados, es impotente frente a
decisiones unilaterales de algunos países", cuenta a Infobae María Cecilia Costero, doctora en Ciencias Políticas, especializada en Relaciones
Internacionales, por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Si bien no se volvieron a producir guerras mundiales, los
conflictos bélicos entre países y las matanzas de poblaciones civiles por
sus propios gobiernos siguen siendo frecuentes en distintas
partes del planeta. Frente a ellas, la ONU no logra imponerse y
los estados actúan desoyendo sus advertencia.
Pese a que la tasa de pobreza mundial se ha reducido a la mitad desde el año 2000, en las regiones en desarrollo aún una de cada diez personas, y sus familias, sigue subsistiendo con 1,90 dólares diarios y hay millones más que ganan poco más que esta cantidad diaria. Se han logrado avances significativos en muchos países del Asia oriental y sudoriental, pero casi el 42% de la población del África Subsahariana continúa viviendo por debajo del umbral de la pobreza.
El sector alimentario y el sector agrícola ofrecen soluciones claves para el desarrollo y son vitales para la eliminación del hambre y la pobreza. Gestionadas de forma adecuada, la agricultura, la silvicultura y la acuicultura pueden suministrar comida nutritiva a todo el planeta, así como generar ingresos decentes, apoyar el desarrollo centrado en las personas del campo y proteger el medio ambiente.
Para
lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible es fundamental garantizar una
vida saludable y promover el bienestar universal.
Sin embargo, en muchas regiones
se enfrentan a graves riesgos para la salud, como altas tasas de mortalidad
materna y neonatal, la propagación de enfermedades infecciosas y no
transmisibles y una mala salud reproductiva. En las últimas décadas, se han
obtenido grandes avances en relación con el aumento de la esperanza de vida y
la reducción de algunas de las causas de muerte más comunes relacionadas con la
mortalidad infantil y materna, pero para lograr la meta de este Objetivo, que
establece que en 2030 haya menos de 70 fallecimientos, se deberá mejorar la
asistencia cualificada en los partos. Asimismo, para alcanzar el objetivo de
reducir las muertes prematuras por enfermedades no transmisibles en un tercio
para 2030 se requerirá aplicar tecnologías más eficaces de combustibles limpios
para cocinar y educación sobre los riesgos del tabaco.
La educación es la base para mejorar nuestra vida y el
desarrollo sostenible. Además de mejorar la calidad de vida de las personas, el
acceso a la educación inclusiva y equitativa puede ayudar abastecer a la
población local con las herramientas necesarias para desarrollar soluciones
innovadoras a los problemas más grandes del mundo.
Si bien entre 2000 y 2015 se produjeron avances a nivel
mundial con relación a la igualdad entre los géneros gracias a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (incluida la igualdad de acceso a la enseñanza
primaria), las mujeres y las niñas siguen sufriendo la discriminación y la
violencia en todos los lugares del mundo.
El agua libre de impurezas y accesible para todos es parte
esencial del mundo en que queremos vivir. Hay suficiente agua dulce en el
planeta para lograr este sueño. Sin embargo, actualmente el reparto del agua no
es el adecuado y para el año 2050 se espera que al menos un 25% de la población
mundial viva en un país afectado por escasez crónica y reiterada de agua dulce.
La sequía afecta a algunos de los países más pobres del mundo, recrudece el
hambre y la desnutrición.
La energía es fundamental para casi todos los grandes desafíos y oportunidades a los que hace frente el mundo actualmente. Ya sea para el empleo, la seguridad, el cambio climático, la producción de alimentos o para aumentar los ingresos. El acceso universal a la energía es esencial.
Aproximadamente la mitad de la población mundial todavía vive
con el equivalente a unos 2 dólares estadounidenses diarios, con una tasa
mundial de desempleo del 5.7%, y en muchos lugares el hecho de tener un empleo no garantiza la capacidad para escapar de la pobreza.
Debemos reflexionar sobre este progreso lento y desigual, y revisar nuestras
políticas económicas y sociales destinadas a erradicar la pobreza.
La comunidad internacional ha logrado grandes avances sacando
a las personas de la pobreza. Las naciones más vulnerables —los países menos
adelantados, los países en desarrollo sin litoral y los pequeños Estados
insulares en desarrollo— continúan avanzando en el ámbito de la reducción de la
pobreza. Sin embargo, siguen existiendo desigualdades y grandes disparidades en
el acceso a los servicios sanitarios y educativos y a otros bienes productivos.
Las ciudades son hervideros de ideas, comercio, cultura, ciencia,
productividad, desarrollo social y mucho más. En el mejor de los casos, las
ciudades han permitido a las personas progresar social y económicamente. En los
últimos decenios, el mundo ha experimentado un crecimiento urbano sin
precedentes. En 2015, cerca de 4000 millones de personas vivía en ciudades y se
prevé que ese número aumente hasta unos 5000 millones para 2030. Se necesita
mejorar, por tanto, la planificación y la gestión urbanas para que los espacios
urbanos del mundo sean más inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
El consumo y la producción sostenible consisten en fomentar
el uso eficiente de los recursos y la energía, la construcción de
infraestructuras que no dañen el medio ambiente, la mejora del acceso a los
servicios básicos y la creación de empleos ecológicos, justamente remunerados y
con buenas condiciones laborales. Todo ello se traduce en una mejor
calidad de vida para todos y, además, ayuda a lograr planes generales de
desarrollo, que rebajen costos económicos, ambientales y sociales, que aumenten
la competitividad y que reduzcan la pobreza.
El cambio climático afecta a todos los países en todos los continentes, produciendo un impacto negativo en su economía, la vida de las personas y las comunidades. En un futuro se prevé que las consecuencias serán peores. Los patrones climáticos están cambiando, los niveles del mar están aumentando, los eventos climáticos son cada vez más extremos y las emisiones del gas de efecto invernadero están ahora en los niveles más altos de la historia. Si no actuamos, la temperatura media de la superficie del mundo podría aumentar unos 3 grados centígrados este siglo. Las personas más pobres y vulnerables serán los más perjudicados
Los océanos del mundo —su temperatura, química, corrientes y vida—
mueven sistemas que hacen que la Tierra sea habitable para la humanidad.
Nuestras precipitaciones, el agua potable, el clima, el tiempo, las costas,
gran parte de nuestros alimentos e incluso el oxígeno del aire que respiramos
provienen, en última instancia del mar y son regulados por este.
Históricamente, los océanos y los mares han sido cauces vitales del comercio y
el transporte.
El 30.7% de la superficie terrestre está cubierta por bosques y estos, además de proporcionar seguridad alimentaria y
refugio, son fundamentales para combatir el cambio climático, pues protegen la
diversidad biológica y las viviendas de la población indígena. Al proteger los
bosques, también podremos fortalecer la gestión de los recursos naturales y
aumentar la productividad de la tierra
Las amenazas de homicidio intencional, la violencia contra
los niños, la trata de personas y la violencia sexual, son temas importantes
que debe ser abordados para crear sociedades pacíficas e inclusivas. Allanan el
camino para la provisión de acceso a la justicia para todos y para la
construcción de instituciones efectivas y responsables en todos los niveles.
Un programa exitoso de desarrollo sostenible requiere
alianzas entre los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil. Estas
alianzas inclusivas construidas sobre principios y valores, una visión
compartida, y metas compartidas, que colocan a la gente y al planeta en el
centro, son necesarias a nivel global, regional, nacional y local.

















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